La Comida Ashkenazí

Por Susy Anderman

Crecer en una familia judía tradicional significa convivir en un ciclo de celebraciones, porque el ritmo de la vida está dedicada a las fiestas y todas ellas están íntimamente ligadas a la mesa familiar y los platillos que se sirven, siendo la comida uno de los elementos más significativos de la cultura judía.

Desde niños, los aromas nos llevan a reconocer cuál de las fiestas estamos por celebrar. Sin duda, el Shabat es una de las primordiales y alrededor de la luz de las velas, la jalá y todas las bendiciones que conlleva su preparación hacen que el calor de la cocina trascienda a los hogares judíos.

El caldo de pollo con Matze ball, el kugl, pollo al horno condimentado con paprika, tzimes, kneidlaj, chont, y si es Shavuot, la delicia del menú lácteo, los homentashn de Purim, los latkes y ponchkes de Janucá, y nunca está de más, nuestro Guefilte Fish con Hrein, algo que sin duda hace de la mesa ashkenazí un hito único de todas las costumbres de los judíos con herencia europea.

La mezcla de pescados molidos hervidos en agua, con ese olor singular al que estamos acostumbrados todos los que crecimos con el yidish como lengua de nuestros abuelos, llegados de varios países que a pesar de los kilómetros de que los separaban a unos y otros, lograron conjuntar y transmitir una enorme cadena de tradiciones y costumbres.

El Guefilte Fish es sinónimo del yidish, es con el Hrein, esa yerba amarga combinada con betabel, que le brinda el color y la fuerza de las generaciones como una obligación casi moral por su presencia constante y deliciosa a pesar de la dificultad de su proceso y elaboración, como asemejando la historia de esas comunidades en lugares de climas complejos y sobrevivencia.

Es la consigna de las manos judías, la enorme prueba de quienes se adentren a la aventura de cocinar y disfrutar en el paladar, lo delicioso de su sabor con el riesgo de traer a la conciencia, la memoria de todas las mujeres que nos heredaron desde atrás ese privilegio.