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Cuento grupal y, “ciao” …

Escribir, por lo general, es un acto individual, introspectivo, expresivo.

Como último ejercicio dentro del Taller de Cuento, propuse una “hiperficción constructiva”: la creación de un texto narrativo redactado mediante la colaboración entre varios autores; en este caso, las alumnas del Taller.

Hacer sonar las propias palabras e ideas, pero, a la vez, integrarlas al coro de las otras voces, no es nada fácil.

Y que no destaquen y parezcan disonantes es todo un logro.

A continuación, les presento este último cuento colectivo, -sobre la cofraternidad-

cuyo tema, per se, implica comunión, liga, conexión.

Que al lector le traiga remembranzas de sus propias experiencias y que, a nuestras autoras les haya dejado la satisfacción de su creatividad y esfuerzo mancomunado.

Me despido con mis mejores deseos.

 

Raquel Bialik

Profesora del Taller de Cuento

 

 

Amistad

 

Raquel Tawil, Vicky Algazi, Sarita Maya, Eugenia Popowsky.

 

¡Gran tema! Tan complejo como cada ser humano y tan variable como las etapas de la vida.

Afortunado aquel que tiene un amigo, un verdadero cómplice, de aquellos que siempre están a nuestro lado, y nos sostienen en tiempos difíciles. Al que podemos recurrir cuando estamos melancólicos y está dispuesto a escucharnos, comprendernos y darnos un consejo desinteresado.

La amistad no debe darse por sentada, es necesario alimentarla. Es como el botón de una flor, que hay que cuidar para que pueda abrirse desplegando toda su belleza y emanar un bello aroma. Así es la amistad verdadera.

Conocidos hay muchos, pero son pocos los amigos. Los compañeros están cercanos en el diario vivir, vamos compartiendo con ellos el tren de la vida, pero un verdadero amigo es aquel con el que intimamos, con el que podemos mostrar nuestras vulnerabilidades y nuestros espacios más oscuros, sin temor a decepcionarlo o que nos deje de querer. El que puede ser nuestro espejo, y permite que, en el reflejo, podamos vernos sin ninguna máscara, y mostrarnos en toda nuestra realidad.

La amistad a veces es continua, es decir que, podemos conservarla desde la infancia hasta la edad adulta, otras, es ocasional, dependiendo de la circunstancia y contexto en que se dé, y otras más, es fugaz.

Lo cierto es que, una existencia emocionalmente sana, precisa de ella como elemento indispensable. Sobre todo, hablando de la amistad entre mujeres, porque las amigas se convierten en las hermanas que tal vez no tenemos, y si las hay, juegan un papel muy diferente al del lazo familiar.

A menudo sucede, que dejamos de frecuentar a una amiga por diferentes situaciones; pero si nos reencontramos años después, parece haberse congelado el tiempo y conversar con ella como si la hubiésemos visto el día anterior. Así de mágica es una buena amistad.

Las amigas son un ramillete multicolor de flores de diferente especie. Cada una con su personalidad, carácter y bagaje.

La unión, complicidad, apoyo y contención que nos damos, son invaluables en momentos difíciles y en ocasiones alegres y festivas, el gozo se multiplica y se disfruta más.

Como Tere, Ceci, Sophía, Eva y Sharon, que reían a carcajadas antes de abordar el avión DC9 rumbo a Las Vegas, Nevada.

Habían ahorrado durante todo el año para ir a festejar durante cinco días y cuatro largas noches, los sesenta años, que Tere estaba por cumplir.

Sobra decir el júbilo que sentían, pues su amistad las había mantenido unidas por décadas. Desde los años escolares han compartido momentos de complicidad, ilusiones, alegrías, desencuentros amorosos, bodas, nacimientos y confesiones muy personales delicadas, que sólo podrían sacar a la luz con alguien de su profunda confianza y así poder liberarse de los yugos que oprimen el alma y que pueden mantenernos encadenados; como Anita y Galia quienes son dos buenas amigas que tienen setenta años de conocerse.

Desde pequeñas han sido muy cercanas y confidentes, compartiendo la inocencia de la infancia y el despertar de la adolescencia.

Galia asistía a los recitales de piano de Anita y ésta, a los conciertos del coro al que la otra pertenecía.

Fueron cómplices de sus aventuras y travesuras, carentes de toda picardía, de sus incipientes inquietudes y grandes anhelos.

Compartieron cumpleaños, tardeadas, paseos y uno que otro castigo, impuesto por parejo, a todos los compañeros del salón de clases.

Al salir de la escuela, graduadas de Preparatoria, la vida las llevó por rumbos muy diferentes.

En muy contadas ocasiones volvieron a verse sin que esos encuentros, tuvieran continuidad.

Sin embargo, hace seis años que Anita fue a pedir informes a la oficina donde trabaja Galia, y fue ahí que se produjo el maravilloso reencuentro.

- ¿Anita?

- ¿Galia?

- ¿Qué haces aquí?

- Trabajo aquí desde hace muchos años. ¿Y tú qué haces por estos rumbos?

- Vine a preguntar sobre los cursos.

Pues pasa por favor, cuéntame qué ha sido de tu vida en todos estos años…

De repente surgió algo mágico; parecía que estaban en el recreo de la escuela y que no habían pasado esos largos años de ausencia. El tiempo se había congelado. Sólo eran dos amigas platicando con la naturalidad y confianza de los días de juventud. Durante dos horas se contaron los sucesos felices de sus vidas, así como los trágicos y dolorosos, las pérdidas de sus padres, y como se han reconstruido a sí mismas después de todo ello.

Desde entonces han vuelto a verse con frecuencia, se han reconocido, no como las adolescentes que fueron, sino como las mujeres adultas, sobrevivientes de las vicisitudes de la vida. Con otras amigas más, han creado un grupo maravilloso y entrañable, que es el sostén de sus vidas.

Ahora comparten la madurez, la autonomía e independencia de mujeres plenas, llenas de amor y pasión por la vida, los viajes y la familia.

Pero no todo en esta vida es miel y dulzura. Hay casos en los que surgen diferencias, como el de Patricia y Roxana que relato a continuación.

Estaban sentadas una frente a otra, bebiendo un café. Para Patricia este era uno de los eventos más significativos de su diario existir, lo asociaba con todo lo placentero que la vida podía ofrecerle, el aroma único de la bebida bien preparada y la vista al grandioso parque con sus árboles ancestrales le provocaban una agradable sensación.

En el vaivén de los temas que fluían en ese encuentro, Roxana, - la asertiva y pragmática - le lanza una pregunta a Patricia: Paty, ¿ya anunciaste tu curso de baile, ¿verdad?

¿Cuál verdad? Si ni siquiera había trabajado en el modelaje, ni en la música, y menos en las pocas palabras que hay que estructurar para crear un curso. Y así, casual, Patricia contesta: Ay, no Rox, nomás me estoy haciendo taruga con eso. No bien terminó su respuesta, cuando Roxana se lanzó con un alud de sermones sobre lo negativo de la procrastinación. Patricia ya no la escuchaba, frente a ella estaba sentada una especie de ser gigantesco con una boca horrible lanzando consignas insoportables.

Muy contrariada, con la mandíbula rígida y la nariz liberando tensión, Paty pidió la cuenta y fingiendo buscar algo en su bolsa, con movimientos bruscos pagó y se levantó visiblemente enojada. Ya segura que podría emprender la huida, le espetó a Roxana: ¿Sabes algo amiga?, en un tono con matiz de son de guerra: la próxima vez que quieras darme tu opinión o consejo, pregúntame si quiero oírlos. Te recuerdo que la ayuda no es para quien la necesita, es para quien la pide. Simplemente se fue, sin decir nada más.

Durante días a Patricia le resonaban las palabras de Roxana. Finalmente, la emoción se fue acomodando, y le dio lugar a la razón. Entonces, cuando la voz del ego por fin guardó silencio, descubrió que Roxana tenía razón.

Sintió el impulso de llamarla, de explicarse, de disculparse, pero ese dragón llamado SOBERBIA, le llenó la mente de ideas y temores.

Lo que siguió después, fue la creación de su curso, seguido de un gran éxito.

Nunca más se llamaron ni se volvieron a ver.  Patricia tuvo que aceptar que Roxana actuó como una verdadera amiga. Corrió con todos los riesgos posibles para sacudirla y sacarla de su marasmo, con el fin de que lograra su sueño. Y si, finalmente lo logró.

También descubrió lo cierto de esa gran obra llamada El Principito: “No se ve bien si no es con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”.

Kehila Ashkenazi, A.C. Todos los derechos reservados.
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