Arvit: 19:15
Shajarit: 9:00
Minja: 18:15
El primer día del Taller de Cuento- que está por concluir, y que habrá tenido una duración de ocho semanas-, cada una de las alumnas comunicó al grupo por qué y para qué lo estaba tomando.
Una de ellas, Sara Maya , cuyo “fuerte” es la poesía y que ya publicó el año pasado su primer libro con su gran inspiración y sello poético, declaró que el cuento NO es lo suyo, que no sabría ni por dónde empezar y realmente le costó superar ese miedo y obligarse a intentarlo y, puedo decirles, que ahora no hay quien la pare…
Lo que les presento a continuación es uno de los ejercicios que llevé a cabo con las participantes del taller.
Tener una hoja en blanco, muchas veces “apanica” y bloquea a quien quiere escribir. Y, cualquiera tiene el potencial para hacerlo. Así que, introduje el siguiente ejercicio que les comparto: al azar, escribí- en papelitos doblados- palabras, todo tipo de palabras, que coloqué en un recipiente y cada alumna extrajo seis de esos papeles. En otro, había verbos o sea, qué acción principal debiera contener el cuento y, por último, el tercer envase contenía el “tono” o color de la narración.
Con esa “instrucción” o “guía”, el escritor va conectando ideas y situaciones que, al final, resultan en una historia contada.
Yo les invito a realizar este ejercicio, si tienen ganas de escribir un cuento y no saben por dónde empezar.
Y presento, a continuación, el cuento de Sarita, siguiendo esta técnica.
Por supuesto que tiene otros cuentos - que ya no requirieron de este “empujón”-, y que seguramente seguirá creando, siguiendo los lineamientos aprendidos como cuentista. ¡Éxito, Sarita!
Raquel Bialik
Profesora del Taller de Cuento
PALABRAS: NIÑA, BLUSA, AMARILLO, GRIS, BAILE, PAPEL.
ACCIÓN- TOCAR
TONO- INFANTIL.
LA RELATIVIDAD
Sara Maya
La niña vestía su blusa color amarillo que tanto le agradaba, decía que le traía recuerdos del sol y de los centros de lindas flores, por donde salen los pétalos; se sentía feliz, tanto, que hasta su cuerpo entero realizaba un baile cada vez que se la ponía. Esto no sucedía cuando usaba la playera color gris del uniforme de la escuela, que por cierto, a pesar de rechazarla, obviamente tenía que darle uso muuuy seguido, o sea de lunes a viernes, tooodos los días.
No obstante, siempre encontraba en el colegio, oportunidades para sentirse contenta, al jugar con sus amigas “resorte”, “avioncito” y dirigir con fuerza al piso, las tejas hechas con bolas de papel de baño; “Amo, ató, matarilerilerón” tomada de las manos de las niñas. También cuando su maestra la invitaba a tocar el inmenso tambor africano con resonancias tan graves y que sentía retumbar dentro de su panza, como gigantes pisados de elefante. Asimismo, le encantaba percutir uno con otro, los tecomates, o morros, los cuales son la parte externa que protege la pulpa del fruto de un árbol llamado cuatecomate. Es como si se golpearan dos medios cocos, suenan ligeros y agradables, tac-tac-tac. Cuando tañía las castañuelas, se transformaba, movía los pies como si saltaran, bailaba una jota aragonesa, al igual que la melodía “Luisa Fernanda” o alguna danza del folclore español. Y así, representando su papel de “bailaora", también al emitir los agudos sonidos de los crótalos, que parecen campanitas, olvidaba el malestar, que dicha playera gris, -tan desagradable- le provocaba y que la hacía refunfuñar.
Con el pasar de los años, podrías adivinar tú, ¿cuál se convirtió en el color preferido, de esta, ahora mujer, para vestirse? Así es… ¡adivinaste! El color que traía a su memoria aquellos momentos de dicha y júbilo, de juegos infantiles, cuando vivía y experimentaba la música con gran placer y emoción. Así es que todo se vuelve relativo; lo que no te gusta en un tiempo, en otro momento, puede llegar a conquistarte.