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Artículo de opinión de Shimon Rafaeli*
El análisis sionista de las condiciones de la vida judía moderna ha demostrado una vez más ser correcto, tanto en Israel como en la diáspora. Esto es lo que eso significa.
El ataque de Hamas el 7 de octubre de 2023 y la posterior guerra de las "Espadas de Hierro" han puesto en primer plano profundas cuestiones filosóficas y políticas que, a su vez, darán forma al futuro del sionismo y, con él, al destino del pueblo judío. ¿Qué papel debería desempeñar el Estado de Israel en la vida del pueblo judío? ¿Cuál es el significado de la conciencia judía en la vida del individuo? ¿Qué lecciones históricas se deben aprender de los eventos del año pasado que podrían ayudar a garantizar la supervivencia de la nación judía?
Lidiar con estas preguntas ha arrojado una conclusión inequívoca: un resurgimiento de la relevancia de la "idea sionista" en el siglo XXI, tanto en Israel como en la diáspora.
Desde los albores de la emancipación judía en el siglo XVIII, el pueblo judío ha luchado con la cuestión de su destino colectivo. Algunos argumentaron que los judíos deberían luchar por la plena integración cultural en la sociedad no judía, mientras abandonaban las tradiciones religiosas, sociales y culturales y, en su lugar, adoptaban las costumbres de los países anfitriones. Por el contrario, otros sostenían que uno no debería confiar en sociedades extranjeras ni depender de la ayuda de las naciones anfitrionas en tiempos de crisis. Según este punto de vista, el pueblo judío debería dirigir la mayoría de sus recursos y esfuerzos hacia la construcción de la resiliencia judía interna, cultural y políticamente. Después del Holocausto, este debate se resolvió en gran medida por la visión integral del sionismo.
Al abordar la angustia entre los judíos de Europa del Este y la asimilación en Occidente, el movimiento sionista buscó revitalizar al pueblo judío económica, socialmente y, sobre todo, política y culturalmente. Su objetivo era garantizar la continuidad de una vida judía autónoma a través de la reunificación de judíos en su patria ancestral y el establecimiento de una base sociopolítica independiente que asegurara su existencia, seguridad y bienestar. De lo contrario, la asimilación dentro de las sociedades anfitrionas y la persecución desde fuera conducirían a su destrucción física y espiritual.
El Holocausto demostró la presciencia del pronóstico sionista, al menos con respecto a la existencia física en la diáspora, de una manera tan definitiva que ni siquiera sus defensores más ardientes podrían haberse atrevido a imaginar. Se hizo evidente que el pueblo judío no podía contar con ayuda o refugio de otras naciones, sino que debía depender únicamente de un ejército y un estado independientes.
En las décadas siguientes, a medida que los judíos se integraron en la sociedad occidental junto con el establecimiento del Estado de Israel, estas verdades aprendidas con mucho el tiempo comenzaron a desvanecerse. Muchos llegaron a creer que este diagnóstico existencial era una reliquia del pasado sin relevancia para la realidad contemporánea. Altas figuras políticas y de seguridad, tanto del establishment israelí como de la comunidad internacional, ejercieron una influencia significativa sobre los responsables de la toma de decisiones en Jerusalén para confiar en garantías internacionales para cuestiones existenciales relacionadas con la seguridad y el bienestar.
Los ataques del 7 de octubre han vuelto a la condición histórica "normal" de los judíos a lo largo de la historia, incluso ahora. Los ataques no descubrieron hechos desconocidos. Sin embargo, solo después de su aparición estos hechos se transformaron de conceptos abstractos en una amarga realidad que ya no podía ignorarse. Para muchos israelíes, el 7 de octubre catalizó un cambio experiencial e ideológico en sus creencias fundamentales, lo que llevó de nuevo a la idea sionista.
· Publicado en https://www.tabletmag.com/sections/news/articles/new-zionist-renaissance.