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En Justo Sierra la música ‘degenerada’ consagró la sobrevivencia

Comunicación Kehilá

Con un lleno total en el Shul Justo Sierra de la Kehilá Ashkenazí, el lugar en el que en la década de los años cuarenta las reuniones de los correligionarios judíos añoraban los lugares dejados atrás en Europa, sin imaginar que la vida de los judíos se convertiría en una desgracia inimaginable. Ahí justamente en el centro de la ciudad de México, el llanto por los padres, abuelos, hermanos, tíos, sobrinos y amigos dejados en los lugares de nacimiento, resultó ser un común denominador en las reuniones, en los rezos y en el ejercicio de conocer las noticias de lo que acontecía a consecuencia del nazismo.

Muy cerca del 27 de enero, cuando todo el mundo recuerda en este día a las víctimas del Holocausto, el Shul se convierte en un espacio de música y canto prohibido por los nazis con música degenerada (del alemán: Entartete Musik) que fue la etiqueta que el gobierno de la Alemania nazi aplicó durante las décadas de 1930 y de 1940 a determinadas formas de música que consideraba perniciosas o decadentes. La preocupación del gobierno nacional-socialista por este tipo de música formó parte de su conocida campaña contra el arte degenerado ('Entartete Kunst'). En ambos casos, las autoridades intentaron aislar, desacreditar o prohibir las obras.

Ante la presencia de más de trescientos asistentes, de toda índole, esas notas prohibidas reinvindicaron el derecho a la existencia, a la continuidad del pueblo judío y de los gitanos, quienes también sufrieron el percance por ser diferentes en los ojos del racismo.

Convocados por Deborah Medrez, siendo Mónica Unikel, anfitriona en tan bello espacio, los diferentes cuadros presentados por Lia Zelett, Abraham Rechtand, Emiiano Morales, Buen Ben, Adán Hdz., RAM, Elian Wigisser, Buen Ben, Marien Luevano, Dvd Puente Rivas, El Saico, Irving Gattel y Anette Pier, fueron el deleite de un público empático con la circunstancia histórica y el compromiso individual de lo que expresó Gatell de que nadie tiene derecho de callar la expresión de nadie, mucho menos la libertad y la vida.

Hoy en día resulta inverosímil pensar que un tema en apariencia tan inofensivo como la música pudiera coagularse hasta llegar a provocar una lucha cultural de enorme violencia. Sin embargo, cabe señalar al respecto que algunas de las discusiones más acaloradas sobre la estética musical que tuvieron lugar en el siglo XIX y hasta la segunda mitad del XX, más que un subproducto del conflicto cultural- racial, se convirtieron precisamente en uno de sus elementos clave. (1) Esto sí sucedió y es una obligación de todos que jamás nadie, ningún grupo social ni pueblo sufra de racismo y genocidio.

1. Han, Byung-Chul, Müdigkeitsgesellschaft, Berlín, Matthes & Seitz, 2010. Se ha publicado traducción castellana, a cargo de Arantzazu Saratxaga: La sociedad del cansancio, Barcelona, Herder, 2012.

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