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Entre el 7 de octubre y el 8 de marzo

Mónica Stempler

Hoy es 8 de marzo y estamos listas para acudir a la marcha en una jornada de protesta son la reclamación habitual pero muy importante acerca de la equiparación laboral y salarial, nuestra presencia igualitaria en puestos políticos y empresariales relevantes, el rechazo a la violencia de género, así como la exigencia de más políticas para detenerla: en definitiva, un empoderamiento completo de las mujeres en el marco de la sociedad actual. Sin embargo, en esta ocasión debemos sumar un llamado a la terrible violencia sexual que sufrieron las mujeres y niñas israelíes a manos de Hamas.

Nos sorprende titulares mediáticos como poniendo en duda y entre comillas frases acerca de las ‘razones para creer’ que el 7 de octubre hubo violencia sexual y otros maltratos crueles e inhumanos contra las mujeres en múltiples lugares como lo fue donde se realizó el Festival de Música Nova, el kibutz Reim y la carretera 232. 

Por qué los grupos feministas no se han manifestado en contra de este hecho. Pensamos que tiene que ver la interseccionalidad como concepto fundamental para comprender las desigualdades y discriminaciones que afectan a las personas. Se refiere a la interacción entre dos o más factores sociales que definen la identidad de una persona, éstos pueden incluir el género, la etnia, la raza, la ubicación geográfica o incluso la edad. En lugar de afectar a una persona de forma separada, estas características se combinan de diversas maneras, generando desigualdades o ventajas específicas.

¿Qué significa esto? Ser mujer sumado a otras condiciones genera una mayor desigualdad.

En resumen, la interseccionalidad nos ayuda a comprender cómo distintos factores identitarios se combinan y producen desigualdades más grandes. Reconocer estas identidades nos permite reflexionar sobre las dinámicas de privilegios y exclusiones en las que nos situamos y es precisamente en esta parte, donde se confunde la visión de a quiénes se debe proteger o apoyar.

Los posibles cruces entre estas intersecciones representan verdaderos desafíos en visibilizar las desigualdades que entrañan las distintas adscripciones sociales para abordarlas de manera particular. La meta central es actuar en consecuencia respecto a las afectaciones sufridas y considerar a las víctimas no sólo como titulares de derechos, sino como sujetos con recursos y capacidades para hacer frente a diversos escenarios y emprender procesos de superación.

Porque si ser de raza blanca, de religión judía, ciudadana de un país democrático como Israel el cual responde al legítimo derecho de defender a sus ciudadanos, enmarca a un grupo que no merece ser apoyado a pesar de haber sido objeto de la peor VIOLENCIA DE GÉNERO, cuál sería entonces la característica que mereciera ser respaldada por los movimientos feministas. Es una verdadera encrucijada o resulta que entonces nuestra condición como mujer no es suficiente para que quienes marchen en pocos minutos en CDMX, ni en otro lugar del mundo, y no puedan atreverse a levantar la voz en contra de la barbarie provocada por Hamas y que por el contrario con un desconocimiento absoluto sobre el trasfondo de la situación palestina levanten banderas.

El antisemitismo, el racismo, la xenofobia y otras modalidades de intolerancia y discriminación no solo amenazan la seguridad de personas y comunidades que padecen sus efectos, sino que también hacen peligrar la cohesión social y los valores democráticos, y socavan la plena realización de los derechos humanos fundamentales.

Mientras tanto el 7 de octubre permanecerá como un fantasma diabólico, perpetrador, pero presente en muy pocas o algunas manifestantes que caminen fingiendo su empatía por las mujeres israelíes.

Kehila Ashkenazi, A.C. Todos los derechos reservados.
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