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Arvit: 19:15

Shajarit: 9:00

Minja: 18:15

Evento conmemorativo de los 100 años de la Comunidad Judía de Monterrey

En 1925, algunas familias recién llegadas, con poco en los bolsillos, pero mucho dentro, se reunieron para no estar solos. Venían de una Europa marcada por guerras y persecuciones, cargaban cicatrices en el alma, pero también tenían la convicción de que ningún muro, ninguna frontera, podría borrar lo que significa ser judío. Que esto, era no solo una religión o una forma de vida, era y es “identidad”, un abrazo entre iguales.

El evento conmemorativo de los 100 años de la Comunidad Judía de Monterrey reunió a un gran número de miembros, tanto de la ciudad como de otros lugares, quienes alguna vez formaron parte de esta kehilá o nacieron en ella. La alegría de reencontrarse con amigos y familiares, de volver a verse después de tantos años, hizo que cada momento se viviera con gran emoción.

El viernes por la noche, en la sinagoga, nos reunimos para dar la bienvenida al Shabat. Al ver el shul lleno, la emoción fue inmensa: parecía que había más luz que nunca. La cena posterior se convirtió en un espacio entrañable para compartir, conversar y reencontrarse, disfrutar en compañía. Las fotografías antiguas, colocadas en cada mesa, fueron motivo de recuerdos y conversaciones, mientras que el menú —con el tradicional guefilte fish y el pollo al estilo de nuestras abuelas— fue un verdadero acierto que llegó al corazón de todos los comensales.

Pero, por encima de todo, lo que más se sentía era una energía positiva, el cariño compartido y el profundo amor por la comunidad.

El sábado por la mañana, durante el servicio de Shajarit, la comunidad volvió a reunirse en un ambiente lleno de espiritualidad.

El protagonista indiscutible fue el famoso cholent del club, ese guiso que por generaciones ha acompañado los almuerzos comunitarios del Shabat y que, al servirse nuevamente en esta ocasión, despertó sonrisas y memorias entre los asistentes.

Para muchos, el aroma y el sabor del cholent fueron un viaje inmediato al pasado: a los Shabatot compartidos, una forma de revivir la historia y de valorar la continuidad que nos mantiene unidos.

El platillo no solo abrió el apetito, sino también el corazón, la fuerza de una tradición que sigue viva.

El evento más importante, el verdadero clímax de la celebración, tuvo lugar en uno de los teatros más representativos de la ciudad. Allí se proyectó un documental que narraba la trayectoria de la comunidad desde 1925, cuando los primeros judíos provenientes de Polonia, Lituania y Alemania establecieron su residencia en Monterrey, y cuando, hace ya 100 años, se constituyó legalmente el Club Cultural Hatikva.

No venimos a hablar del tiempo que ha pasado, sino de la chispa que dio origen a todo esto.El programa de hoy no es un espectáculo ni una formalidad. Es un tributo.

La velada se vio aún más enriquecida con la maravillosa participación del grupo de danzas israelíes Anajnu Ve Atem, cuya presentación llenó el escenario de color, energía y orgullo, convirtiendo la noche en una experiencia inolvidable para todos los presentes.

El evento concluyó con un momento de profunda unión espiritual. Desde el escenario y entre todos los presentes, se elevó el deseo de que la paz retorne a la tierra de Israel, que sea siempre reina y alma en la vida del pueblo judío.

Con el corazón lleno de esperanza y orgullo, la comunidad entera entonó el Hatikvá, himno que simboliza la fe, la continuidad y los sueños de generaciones. Fue el broche de oro a una jornada en la que la memoria, la gratitud y la identidad se entrelazaron para celebrar un siglo de historia compartida.

Kehila Ashkenazi, A.C. Todos los derechos reservados.
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