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Fallece Peter Katz, escritor y sobreviviente del Holocausto

Por Susy Anderman

Peter Katz nació en Viena en 1930, hijo único de una pareja de judíos austriacos. Cuando tenía ocho años de edad, iba a la escuela de gobierno todos los días, en la que había más o menos un 12% de estudiantes judíos, lo que correspondía al porcentaje de judíos en la población de Viena.

Contaba Peter que Hitler entró con gran júbilo entre los austriacos, dos días de vacaciones fueron decretadas para celebrar el triunfo de la entrada del ejército alemán a Austria, al tercer día volvería a la escuela y comenzaría su amarga pesadilla cuando fue expulsado por ser judío, siendo para él en su inocencia infantil, la aparición del antisemitismo. Así llega la Kristallnacht en Viena, el 30 de septiembre de 1938. En su libro Lej, lejá… destino de una familia judía, relata su testimonio de vida, un recuento de su niñez que le llevó más de 60 años escribir porque recordar esos momentos nunca fue fácil.

Para salvarse, su madre lo envió a Bélgica en un tren de la Cruz Roja Internacional financiado por la familia Rotschild, que buscaba poner a salvo de los atropellos nazis a niños judíos de entre 6 y 14 años. Fue uno más de los 750 niños en el tren que partió rumbo a Bruselas, vía Colonia, el 2 de diciembre de 1938. Portaba una petaquita de 15 kilogramos que incluía las fotografías familiares y el libro de rezo.

En Bélgica, en 1942, comenzaron las razzias, la limpieza de judíos para enviarlos a los campos de trabajo y exterminio. Los Lanksner, sus padres adoptivos cuando perdió a los suyos encontraron un escondite al estilo del de Ana Frank. La pareja pasó ahí dos años ocho meses sin siquiera ver la luz. Peter, de 12 años, logró obtener papeles falsos, un trabajo en un laboratorio fotográfico y ser correo de la resistencia. Con el nombre de Jean Vandervelde pasó a ser un joven belga de origen cristiano. Así sobrevivió la guerra.

Sin patria y sin raíces llegó a México en 1946. Ya un adulto lastimado de apenas 15 años.

Conoció a su esposa en México, una mujer de Guatemala, con quien se casó en 1954 cuando tenía 24 años y tuvieron cuatro hijos nacidos en México que le dieron nietos y ya bisnietos.

¿Qué se les puede decirles a las personas que están negando el Holocausto?, preguntaba Peter Katz, y manifestaba no solo su enojo sino su desesperanza, decía: “¡Negando! ¿Bueno, que no conocen la historia? La humanidad, los humanos debemos tener mucho cuidado de lo que hacemos, pensar en lo que hacemos; porque el odio no lleva a nada positivo, destruye; la tolerancia, que debería de existir, es algo constructivo. Yo espero que nunca vuelva a suceder eso, pero tenemos constancia de que sí existen masacres de una tribu a la otra, de una parte de la población a la otra. Yo creo que los humanos debemos de tener esa vigilancia constante, contra la intolerancia”.

Peter Katz se convirtió en Presidente de la Unión de Sobrevivientes del Holocausto, su misión siempre estaba dirigida a transmitir su propia experiencia, visitó universidades, colegios, diversas instituciones, siempre presente incansablemente para dar testimonio de la Shoá, dentro y fuera de la comunidad judía.

Su papel como escritor fue relevante no solo sobre aspectos de su vida, su visión y conocimiento permitía a sus lectores reflexionar diferentes temas como un importante líder se opinión que luchaba por la libre expresión de ideas y la apertura de diálogos como un cambio y con la tendencia a una evolución de pensamiento crítico. Un promotor cultural y de investigación constante, editó el libro Premios Nobel Judíos en el afán de resaltar la impronta judía como gritando al mundo de lo que perdió en riqueza de capital humano con seis millones de vidas truncadas y sacrificadas por los nazis.

Realizó su Bar Mitzvá ya como adulto mayor, cumpliendo la promesa como judío, en una ceremonia en la que conmovió a todos quienes presenciaron ese emotivo acto de conexión con su verdadero yo judío, con sus desaparecidos padres y con la ilusión de todo joven que se compromete con su identidad y sus obligaciones morales. Mencionaba la connotada escritora Silvia Cherem en ese momento: “¿Sabes quién eres? Eres un Katz, un Cohen Tzedek”. Y es cierto, para inflarlo a él y a nosotros de orgullo, te has comportado como tal: como un Katz, como un Cohen Tzedek.”.

Su amigo Briedich Steiner, también sobreviviente, lo acompañó en conferencias sobre el Holocausto y los Derechos Humanos, ambos generaban foros y mesas de diálogo para profundizar sobre el fenómeno del odio. Decían “creemos que el mundo aprendió, confiamos que el mundo cambió a partir del Holocausto y se establecieron los tribunales internacionales de justicia, hay mayor conciencia en el mundo, creemos que la humanidad está mejorando, sino tuviéramos esta creencia que el mundo va hacia su mejoría, no tendría ningún sentido seguir viviendo”.

Hoy nos abandona, deja un legado y una enorme estafeta que se deberá continuar porque la pérdida de un sobreviviente no solo es dolorosa por la persona que nos deja, sino por ser un testimonio viviente de generaciones que se se alejarán con el tiempo pero que nos dejan la obligación de mantener viva la memoria del Holocausto como advertencia.

Peter Katz Z”L ya no está con nosotros, recordaremos siempre la enseñanza que dejó en cada uno y en muchos que lo escucharon.

Kehila Ashkenazi, A.C. Todos los derechos reservados.
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