Arvit: 19:15
Shajarit: 9:00
Minja: 18:15
Pesaj, la festividad que conmemora la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto, se extiende durante siete días en Israel y ocho en la diáspora. Los dos últimos días de Pesaj adquieren un carácter especial dentro de la festividad, pues no solo cierran el ciclo de la redención histórica, sino que también proyectan una visión espiritual y mesiánica que trasciende el pasado y se dirige hacia el futuro.
El séptimo día de Pesaj, conocido como Shevi’i Shel Pesaj, está marcado por la lectura de uno de los momentos más impactantes de la Torá: la apertura del Mar Rojo. Este evento, narrado en Éxodo, representa el punto culminante de la salida de Egipto, donde Dios no solo libera físicamente a los hijos de Israel, sino que destruye por completo la amenaza egipcia, cerrando simbólicamente las puertas al pasado de opresión.
Este día invita a la reflexión sobre los momentos en que, aun después de salir de una situación difícil, seguimos cargando con el temor o el trauma. El cruce del mar simboliza un paso definitivo hacia la libertad interior: la confianza en la posibilidad de una vida distinta, sin cadenas visibles ni invisibles. El “Cántico del Mar”, recitado con alegría, no es solo un himno de gratitud, sino un canto de transformación espiritual.
En la diáspora, también se celebra también un octavo día, que lleva consigo un enfoque completamente distinto: el de la esperanza. Las lecturas de la Torá y especialmente de la Haftará nos llevan del recuerdo del pasado hacia la visión de un futuro ideal.
Este día sugiere que la redención vivida en Egipto no fue un hecho aislado, sino un preludio de una redención más grande y universal. Los profetas imaginan un mundo en paz, donde no habrá guerras, dolor ni desigualdad. Esta visión no es una utopía lejana, sino una invitación a participar activamente en la construcción de ese mundo, con actos de justicia, compasión y fe.
Así, los dos últimos días de Pesaj funcionan como un puente entre la memoria y la esperanza. Nos recuerdan que la libertad no es solo un estado físico, sino también un trabajo constante del alma y de la sociedad. Liberarse de Egipto es también liberarse del egoísmo, del miedo y de la desesperanza en donde lo podemos catalogar como un cierre que abre caminos.