Arvit: 19:15
Shajarit: 9:00
Minja: 18:15
Por Thelma Sandler Zack
Aquí estoy, sentada frente a la computadora en pleno 2025, con la sensación de estar viendo una película repetida pero en alta definición. La misma trama, los mismos personajes—solo que con celulares más modernos y quejas más digitalizadas (ahora en grupos de WhatsApp).
Escucho a los socios discutir sobre las cuotas con la misma pasión con la que se negocía en el shuk de Tel Aviv. Las instalaciones necesitan mantenimiento urgente, pero milagrosamente siguen en pie, como si un ángel las sostuviera con cinta adhesiva y buena voluntad. El colegio tiene necesidades que parecen multiplicarse como el maná en el desierto, y el Shul, con su minyan al filo de la puntualidad sigue dependiendo de ese último hombre que llega corriendo con el talit a medio poner.
Mientras escribo este artículo, basado en los registros del Sr. Meyer Rapoport en Judíos entre los Montes, tengo una epifanía: ¡Nada ha cambiado! Cien años atrás, la comunidad judía de Monterrey era exactamente la misma. ¿Será que somos los mismos judíos reencarnados una y otra vez, atrapados en un ciclo eterno de minyanes apurados, cuotas discutidas y fiestas organizadas con el presupuesto al límite?
Tal vez, dentro de cien años, alguien se sentará a escribir algo parecido, con la misma expresión de asombro y un café frío olvidado sobre la mesa.
Mientras tanto, yo sigo aquí, preguntándome si esta vez sí pagarán las, qué haremos para festejar este primer silgo y cómo salir adelante como comunidad.
Y prosigo, la historia nos cuenta que…
“El comité escolar de nuestra comunidad sostuvo diversas reuniones para tomar decisiones respecto a la fundación de la escuela. En febrero de 1932, se acordó que la colegiatura sería de 5 a 6 pesos mensuales. Las familias con varios hijos inscritos, tendrían un descuento especial, para facilitar el acceso a la educación judía.
Con el fin de apoyar las labores administrativas del colegio, se contrató a la señorita Frida Shoijet, hija del Rebe Shmuel Shoijet, por un sueldo mensual de 30 pesos. Además, se decidieo que el 18 de febrero se llevaría a cabo la apertura oficial y festiva del Colegio Israelita.
Mientras se ultimaban los preparativos, ocurrió un hecho inesperado: El tesorero del Club, Jaime Loshak, irrumpió en la sala, colocó el libro de cuentas con fuerza sobre la mesa y anunció: —"Renuncio, no puedo trabajar más para el club". Dicho esto, se marchó sin otra explicación. No había alternativa, el comité escolar decidió hacerse cargo también del trabajo del club al tiempo que organizaba la apertura del colegio.
Gracias a Ds, para este evento, contamos con el apoyo del Comité de Damas cuyas integrantes se comprometieron a garantizar el éxito de la inauguración con las maestras que eran mujeres de la comunidad impartiendo clases de idish bajo la asesoría del profesor Vinietsky.
La noche del evento se recaudaron importantes fondos, pero el déficit económico que arrastraba el club seguía siendo considerable. Por ello, en una posterior reunión del comité escolar se decidió organizar un baile de disfraces para Purim, el 23 de marzo de 1932.
Al mismo tiempo, se formó un grupo de teatro que presentó la obra El Inteligente, en honor al jubileo de 50 años del escritor y dramaturgo Peretz Hirschmann, una obra que trata de las dificultades de la emigración y la identidad judía en la golá tal y como vivmos justamente aquí el día de hoy.
Pronto nos dimos cuenta de que las cuotas no eran suficientes para sostener el colegio, por esta razón, se propuso la creación de una asociación escolar en la que participaran todos los miembros de la comunidad, incluyendo aquellos solteros sin hijos, pues la escuela también debía considerarse un proyecto para quienes en el futuro formarían una familia. La propuesta fue aceptada por la Directiva y, el 25 de marzo de 1932, se anunció oficialmente la fundación de esta asociación, cuya misión era apoyar y sostener económicamente al colegio.
Este balance positivo renovó el ánimo de los miembros de la comunidad y permitió que se eligiera una nueva Directiva, integrada por: presidente, David Barmack, vicepresidente: Moishe Leib Kessler y como miembros Nojem Berdowsky, León Ostroviack y Jaime Kleiman.
En una de sus primeras propuestas, la nueva Directiva sugirió que el colegio pagara renta al club. Esta idea causó gran revuelo, era un caos, nadie se ponía de acuerdo y finalmente no fue aceptada.
La historia del Colegio Israelita no es solo la de una institución educativa, sino la de una comunidad que, con entrega y solidaridad, construyó un espacio para preservar su identidad y educar a sus futuras generaciones. Fue, sin duda, un triunfo del esfuerzo colectivo y del amor por las raíces que los unían.
100 Años de Historia, Tradición y Comunidad
La Comunidad Judía de Monterrey tiene el honor de invitarte a la celebración de su Centenario.
Un siglo de unión, fe y legado
Recuerdos, cultura y gratitud, en la que celebraremos nuestra historia y miraremos hacia el futuro con esperanza.