Arvit: 19:15
Shajarit: 9:00
Minja: 18:15
Israel se enfrenta a un dilema: ¿Cuánto de sus planes debería compartir con Estados Unidos?
Por HERB KEINON*
Es probable que el ministro de Defensa, Yoav Gallant, vuele a Estados Unidos y se reúna con el secretario de Defensa, Lloyd Austin, al final, tal como, en última instancia, el presidente estadounidense, Joe Biden, habló con el primer ministro, Benjamín Netanyahu, el miércoles.
Al final, el drama del martes por la noche sobre la demora por parte de Netanyahu del viaje programado de Gallant a los Estados Unidos hasta que hablará con Biden por teléfono y la acción militar aprobada por el gabinete contra Irán será olvidado: solo otro punto en el radar de su relación a menudo tensa, junto con numerosas otras crisis: algunas reales, algunas exageradas, algunas imaginarias.
La reacción reflexiva de muchos en los medios fue presentar esto como otro ejemplo de Netanyahu en su peor momento: sacrificando los intereses nacionales en el altar de su propio ego y sus rivalidades políticas.
En esta versión, Netanyahu no podía soportar la idea de que Gallant fuera recibido en Washington mientras él todavía estaba esperando una llamada de Biden, principalmente porque los dos líderes no habían hablado en aproximadamente siete semanas. En esta narrativa, Netanyahu pretendía hacerle la vida tan miserable a Gallant, dado su deseo de despedirlo, que el ministro de Defensa renunciara.
Pero hay otra interpretación: Israel quiere conservar la libertad de responder al ataque con misiles balísticos iraníes de la semana pasada en sus propios términos. Es necesaria una decisión del gabinete sobre el asunto, y Netanyahu debe comunicar directamente la posición del país a Biden antes de que Gallant viaje a Washington, donde es probable que los estadounidenses intenten disuadirlo de dar una respuesta demasiado agresiva.
Biden ya ha dejado claro que no quiere que se ataquen las instalaciones nucleares o petroleras de Irán. Si el gabinete decide qué curso de acción tomar antes del viaje de Gallant, podrá alegar que tiene las manos atadas porque ya se ha tomado una decisión cuando visite Washington.
Compartir demasiado con un aliado
Israel se enfrenta a un dilema: ¿Cuánto de sus planes debería compartir con Estados Unidos?
Por un lado, retener información podría beneficiar a Estados Unidos al permitirle negarlo de manera convincente y evitar posibles represalias. Por otro lado, si comparte los planes y Estados Unidos dice “no”, ¿cuál debería ser su próximo paso?
Varios informes de los medios de comunicación indican que la Casa Blanca está cada vez más molesta con la falta de transparencia de Israel y se enojó cuando sólo después se
enteró de los asesinatos del jefe del Estado Mayor de Hezbolá, Fuad Shukr, en Beirut, del jefe de Hamás, Ismail Haniyeh, en Teherán, y más tarde de Hassan Nasrallah en Beirut.
Según estos informes, a Washington le preocupa que tales acciones puedan desencadenar una espiral de guerra regional que involucre a Estados Unidos, y que los representantes de Irán puedan responder atacando activos estadounidenses en la región.
Pero Israel tiene sus propias preocupaciones acerca de revelar sus planes a Estados Unidos, y no es sólo el temor a un veto.
Por ejemplo, la semana pasada, justo antes de la maniobra terrestre en el Líbano, a la que Estados Unidos se opuso, los medios de comunicación estadounidenses informaron de que esa invasión era inminente. Es posible que alguien dentro de la administración les haya dado el aviso y quisiera detener la maniobra haciéndola pública.
Aquí hay una falta de confianza que se transmite en ambos sentidos.
Además, está el dilema de qué curso de acción seguir si los estadounidenses se oponen. No es la primera vez que Israel se enfrenta a este dilema. El propio Netanyahu, durante un discurso pronunciado en 2015 ante el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel, justo antes de su polémico discurso ante el Congreso (al que el ex presidente Barack Obama se opuso firmemente), destacó momentos clave de la historia en los que Israel actuó en contra de los deseos de Washington.
“Todo empezó por el principio”, dijo Netanyahu durante su discurso. “En 1948, el Secretario de Estado [George] Marshall se opuso a la intención de David Ben-Gurión de declarar la independencia de Israel. Eso es un eufemismo: se opuso vehementemente. Pero Ben-Gurión, comprendiendo lo que estaba en juego, siguió adelante y declaró la independencia de Israel”.
“En 1967”, continuó Netanyahu, “cuando la soga árabe se cerraba alrededor del cuello de Israel, Estados Unidos advirtió al primer ministro Levi Eshkol que, si Israel actuaba solo, estaría solo. Pero Israel actuó –solo– para defenderse”.
Netanyahu recordó cómo Menachem Begin destruyó el reactor nuclear iraquí en 1981, a pesar de que el ex presidente Ronald Reagan estaba tan indignado que detuvo temporalmente el envío de aviones de combate a Israel. También citó a Ariel Sharon, quien continuó con la Operación Escudo Defensivo en 2002, a pesar de que el ex presidente George W. Bush le pidió que lo detuviera.
Netanyahu podría haber mencionado –pero no lo hizo– que en 2007, Ehud Olmert ordenó la destrucción de una instalación nuclear siria, aunque Estados Unidos prefirió abordar el asunto en la ONU.
Israel ha demostrado que cuando sus intereses vitales están en juego, escucha los consejos, pero en última instancia hace lo que cree necesario para asegurar su futuro.
La alianza entre los dos países es tan estrecha que nunca se actúa a la ligera, pero, como demuestra la historia, eso sucede de vez en cuando. Si Netanyahu tomara medidas a las que Estados Unidos se opone (como dar luz verde a un ataque contra las instalaciones nucleares o petroleras de Irán), tal vez no haya mejor momento que ahora, justo antes de una elección.
Aunque Biden podría estar furioso por una medida de ese tipo, es poco probable que castigue a Israel (como hizo Reagan después del ataque al reactor iraquí) a solo cuatro semanas de las elecciones, ya que esto podría alejar a los votantes judíos y otros votantes proisraelíes en estados clave justo antes de una contienda muy reñida. Una medida de ese tipo en este momento sería políticamente riesgosa.
Existen muchos precedentes de que Israel ha desafiado los deseos de Estados Unidos, pero esta vez, cuando Estados Unidos está en vísperas de una elección, no solo está en juego el próximo paso de Israel. El futuro de las relaciones entre Estados Unidos e Israel durante los próximos cuatro años también puede estar en juego. Si Kamala Harris gana las elecciones (y según las encuestas, ahora es una apuesta equilibrada), el desafío de Netanyahu a Biden puede teñir profundamente su relación de trabajo.
· The Jerusalem Post, 9 de octubre de 2024. https://www.jpost.com/israel-news/article-823987