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Otra luz en la luz de Janucá

Nurit Mendelsberg

Ya lo dijo Brooke Gladstone en su Podcast “On The Media”: Janucá tiene dos versiones, por un lado, está la historia que conocemos y nos cuentan en la escuela. Los griegos no dejaban a los judíos estudiar y ejercer su judaísmo, así que los macabeos lideraron la revuelta, ganaron los pocos contra los muchos, recuperaron el Beit Hamikdash y vino el milagro del aceite y los ocho días. Pero Janucá sucedió en un momento de guerra civil, donde los Macabim (dependiendo de a quién le preguntes) no necesariamente serán los héroes de comic que nos imaginamos de chiquitos. No me malinterpreten; no me estoy poniendo del lado de Antíoco, pero creo que es importante ver el milagro de Janucá como uno en el que la luz vence a la obscuridad; uno en el que vayamos más allá de la historia del aceite.

La historia de Janucá surge en un momento de oscuridad, el problema no eran solo los griegos, sino muy similar a lo que sucede hoy, una comunidad dividida entre mantener costumbres o renovarlas, entre adentrarse en la cultura helénica o mantenerse separados. No es casualidad que los documentos indiquen que Alejandro Magno murió justo el año de la revuelta de los Macabeos. La expansión que este personaje le dio al imperio griego no vino fácil y estuvo rodeada de guerras, guerrillas, intentos de paz y mucho, pero mucho paso por el área de Israel. Ejércitos triunfantes, gobernadores impuestos, libertad cultural… hasta que dejó de suceder.

Todo esto para decir: el milagro de la luz de Janucá no solo es el milagro del aceite; me atrevería a decir que no solo es el milagro del Beit Hamikdash, sino que es mucho más que eso, es el prevalecimiento de la luz en tiempos de oscuridad.

Zehavit Gross, en un artículo del año pasado en el Jerusalem Post habla sobre cómo está gestado y “planeado” Janucá para generar una memoria colectiva. Qué tradiciones se crearon alrededor de ella para que, al pasar de las generaciones, el pueblo recuerde la gesta heroica, incluso la compara con estudios y material que se ha creado para el recuerdo del Holocausto. Lo más fundamental de Janucá (el sevivón, las latkes o sufganiot y la janukiá) están diseñados para que no olvidemos (además de seguir las leyes y todo lo demás, por supuesto), pero la luz es lo que nos hará relacionarnos siempre con Janucá, sin importar en dónde estemos ni en qué momento vivamos.

Hoy es evidente que no vivimos en una época de luz (disculpas si alguien creía lo contrario). Puedes ser religioso, conservador, reformista, laico, ultraortodoxo o reconstruccionista, pero todos tenemos que estar de acuerdo en que es una era oscura. A nivel religioso y a nivel social estamos en un momento de conflicto, países donde minorías son rechazadas por primera vez o siguen siendo rechazadas, conflictos bélicos que empiezan en problemas familiares y pasan por problemas comunitarios hasta convertirse en guerras; y, sobre todo; la favorita del siglo 21: LA INTOLERANCIA.

No es un concepto nuevo, por supuesto. De hecho, es bastante reciclado. Las tribus de la prehistoria no se toleraban entre sí, Atenas no toleraba a Esparta en la guerra del Peloponeso, Enrique VIII dejó de tolerar a Ana Bolena, y yo no tolero a mi vecino que hizo fiesta anoche y no me dejó dormir. La tolerancia es un concepto tan viejo y reciclado que sentimos que significa NADA; y puede serlo TODO.

La intolerancia es la oscuridad que se opone a la luz de Janucá. Y eso no lo dijo un escritor o locutor famoso, ni un rabino en redes sociales o un estudioso de la kabalah; eso lo digo yo. El milagro de la luz de Janucá es creer que una pequeña flama, que no tendría por qué durar más de un día y alumbrar una pequeña esquina, queme por una semana y alumbre todo un templo. Mi milagro de Janucá es creer que, siendo tolerante con el mundo, que tender la mano al otro, que entender que todos somos importantes y que cada uno es la mejor versión de sí mismo, hará que eventualmente ese otro piense lo mismo del tercero.

No podemos esperar tener la poca o nula tolerancia con el otro (llámale otro a quien quieras, a todos) y creer que podemos hacer del mundo un mejor lugar. Aclaro que este texto no tenía la intención inicial de convertirse en un broschure de tikun olam, pero una cosa llevó a la otra.

¿Quieres una sociedad mejor? Tolera al otro. Sí, sigue tu religión o tradiciones o línea de vida o camino espiritual, y deja que los demás hagan lo mismo. El mundo es más bello porque somos diferentes, y nadie (si, nadie, ni modo), tiene la verdad absoluta. No en este plano en el que estamos todos los que estamos leyendo esto, al menos.

Todos debemos hacer un milagro de Janucá y traer luz, ser la luz. Ser la persona que no juzga y tiende la mano, ser el que ejemplifica la igualdad entre todos, ser el que soluciona los conflictos en lugar de crearlos. Al final será tan grande el milagro, que durará mucho más de ocho días; y alumbrará mucho más allá…y solo pido paz y luz para el mundo.

Kehila Ashkenazi, A.C. Todos los derechos reservados.
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