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Arvit: 19:15

Shajarit: 9:00

Minja: 18:15

Preparados, listos, fuera…

Con este banderazo, arranca el nuevo Taller de Escritura Creativa cada miércoles dentro de la Kehile, y esta vez se trata de un género literario muy particular: el cuento.

Siete participantes: Sara Maya, Vicky Algazi, Eugenia Popowski, Raquel Tawil, Alicia Ronay, Nadia Montefiore y Vivian Cohen, conforman el grupo de entusiastas escritoras que siguen ejercitando sus habilidades y alimentando sus formas de expresarse por escrito.

El cuento tiene particularidades que lo distinguen de otras formas literarias, como la novela, el ensayo, el mito o la fábula. Dichas características son: su brevedad, intensidad y síntesis. Con una corta extensión y una mínima cantidad de elementos- pocos personajes, una trama y un ambiente reducidos-, el cuentista debe lograr atrapar al lector muy pronto y mantener su atención a lo largo del relato.

El cuento puede ser infantil, fantástico, de ciencia-ficción, de terror, aventura, romance, suspenso, de humor -que cause risa -o humor negro, que puede producir angustia y miedo.

Es una escritura creativa difícil, exigente, pero, si se consigue lograrlo correctamente, dejará muy satisfecho al lector y, principalmente al autor.

Estas siete nuevas cuentistas nos estarán deleitando con su creatividad.

Les presento, el primer cuento.

¡Que lo disfruten!

Raquel Bialik

Profesora del Taller de Cuento

 

VAMONOS LUPIS

Era una de esas tardes. Tarde estática suspendida en un caluroso y profundo tedio.

¿Qué hago qué Qué hago QUÉ>>>Demonios hago?

Un momento…escucho los pasos pausados de mi mama subiendo a su eterno tiempo alentado, haciendo rechinar las escaleras de madera con cada paso.

Aquí viene. ¡¡No es bueno…piensa piensa piensa!!

- Necesito que me acompañes con la costurera!!

¿¿NECESITA?? ¿Para qué? ¿Para qué le detenga la cinta métrica?

No. Yo sabía la respuesta. Para no dejar que su chalada hija se quedara sola tanto tiempo como para instrumentar alguna de sus creativas locuras,

para tener el control y paz mental mientras la modista se tardaba horas acomodando los pliegues de la tela, a la vez que por su imaginación me veía quemando el horno porque se me ocurrió hacer un pastel de plátano que luego me olvidé de sacar.

AAAY ma, ¿qué crees? ¡Tengo que estudiar, mañana tengo examen de dibujo!

¡¡¡EXAMEN DE DIBUJO!!! De todas las materias, de todas las posibilidades, no se me pudo ocurrir nada más sofisticado y absurdo que un examen de dibujo.

¿Examen de dibujo? pregunta mi madre más atónita que incrédula, cabe aclarar, que madre es una persona bastante ingenua y confiada.

Lo que también cabe decir por mi parte, es que yo suelo excederme en osadía, y con esa imaginación galopante que tengo, sumado a un buen grado de histrionismo, le contesto que nos están enseñando a usar varios implementos de dibujo como la regla T, esa que tuvimos que buscar toda la tarde casi sin éxito, ¡¡esa que madre no entendía porque nos exigen artefactos que solo usan los ingenieros!!

Muy bien, me dice en ese taaaan conocido tono de que no habrá la más mínima concesión, toma tu cuaderno y tu regla y mientras me pruebo mi vestido, haces tu tarea de dibujo.

Sabía que mis probabilidades de ganar eran casi nulas.

En ese instante, con la ayuda de este duende fugaz que habita mi loca cabeza, recuerdo el pequeño cafecito frente a la casa de la modista, donde alrededor de las 6 de la tarde suele sentarse un joven de muy buen ver y vestir impecable, de buenos modales, que en alguna ocasión, emitió hacia mí una tímida sonrisa.

En menos de 10 minutos ya me había puesto un poco de rimmel, cepillado y alborotado suavemente el pelo y puesto esa falda ceñida con mis botitas blancas que hacían ver a mis largas piernas bastante atractivas.

Me emocionaba el coqueteo desde un lugar más bien lúdico e inocente, era una sensación agradable que realmente no me resultaba del todo comprensible.

Llegamos. Mi madre entra con la modista y me ve desaparecer dentro del café.

El joven no estaba. Pero yo tenía pocas alternativas, además de que cualquier cosa era mejor que sentarme en la calurosa casita de la modista.

Me sentía muy sofisticada pidiendo café.

Ahí estaba yo con mis 16 años bastante inexpertos viviendo como una gran mujer de mundo.

Llegó el café y llegó el joven.

Los primeros 10 minutos nos lanzamos miraditas fugaces y en esa danza, yo tratando de adoptar una pose de persona interesante, tire el cuaderno y el café.

Oportuna torpeza para que el joven se acercara a ayudarme a organizar mi desastre.

Una vez todo en orden, me pregunto si podría sentarse.

-Está bien, contesté.

Hola, soy Jorge Magaldi, y me extiende la mano mientras se sienta.

Yo no era perspicaz, pero mi imaginación estaba saturada de historias bien cursis de Corin Tellado, que yo solía devorar para transformar en mis propias experiencias.

Yo me llamo Simone. (Nada tan enigmático como un inusual nombre francés).

-Simone!, se sorprende Jorge, ¿de dónde es tu nombre?

De Francia, mi padre nació ahí y mi madre en Londres, (nada en común con San Luis Potosí) aunque sí mucho más mundano. Pero llegó a México de niña.

-Yyy a qué te dedicas? Pregunta Jorge.

Estudio arquitectura, contesté tratando de cancelar cualquier forma de pedantería.

-J. ¡Pero te ves muy chica para ser universitaria!

-Yo. Bueno, tengo 17 y me aceptaron porque recibí una beca de la embajada francesa.

Y así, mientras mi imaginación desbocada seguía inventando historias fantásticas como el nuevo edificio que estaba diseñando con un arquitecto italiano, miraba discretamente mi reloj, calculando la hora y media que mi madre solía tardar.

Habían pasado 25 minutos, tenía tiempo suficiente para seguir en esa fabulosa alfombra mágica en la me subía para revivir historias que me contaba en mi frecuente y constante sonar despierta.

¡Estaba en el éxtasis de mis mentiras, el joven Jorge Magaldi me miraba extasiado cuando una aparición sorprendente excava un agujero en mi estómago!

MI MAMA con el ceño fruncido. Se acerca a mí con paso rápido y yo me paralizo.

Se planta frente a la mesa, emite unas buenas tardes más forzado que un zapato apretado y me dice:

Vámonos Lupis, me acaba de hablar tu maestro que va a llegar más temprano porque te va a dar las guías para tus extraordinarios.

Por Eugenia Popowski

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