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Minja: 18:15
Rab Shira Koch Epstein*
Reflexionar sobre nuestras tragedias también aumenta nuestra gratitud por las bendiciones presentes.
Vivimos en un mundo marcado por recuerdos y experiencias de destrucción constantes, pero que aún rebosa de momentos de profunda alegría. Esa alegría es más rica porque la compartimos como pueblo, buscando juntos a Dios.
El mes hebreo de Av comienza el lunes y aquí estoy, rodeada de cajas de entrega, empacando a nuestro hijo mayor para su primer año de universidad. Se siente monumental y mundano a la vez. Este gran paso está mezclado con emoción y ansiedad, especialmente sabiendo lo difícil que puede ser ser judío en estos días . Este momento en el calendario judío se siente como una metáfora perfecta de todo lo que estamos experimentando.
El mes de Av comienza con un profundo duelo, en particular durante los primeros nueve días, cuando dejamos de lado las ocasiones alegres. El dolor alcanza su punto máximo en Tisha B'Av, el noveno día del mes, un día que reúne todas nuestras penas colectivas en un solo momento. Recordamos la destrucción de los dos templos antiguos, la expulsión de España y muchos otros dolores. El peso de nuestra historia nos oprime y exige que enfrentemos nuestro dolor de frente.
¿Cómo podemos reflexionar sobre la tragedia y la gratitud en la situación actual?
Reflexionar sobre nuestras tragedias también aumenta nuestra gratitud por las bendiciones presentes. La Dra. Erica Brown sugiere que “no disminuimos nuestra felicidad cuando pasamos un día o unas semanas meditando sobre las tragedias de la historia de las que surgimos. Nos volvemos más agradecidos, aferrándonos con fuerza a nuestras vidas bendecidas porque podemos hacerlo”. Este hilo se entrelaza con Av.
El rabino Jonathan Sacks ofrece otro nivel de comprensión. La alegría, dice, no es simplemente la ausencia de dolor, sino la presencia de una conexión más profunda que trasciende nuestras circunstancias inmediatas. Y en la tradición judía, nuestra alegría es inherentemente colectiva. “Las festividades descritas en el Deuteronomio son días de alegría, precisamente porque son ocasiones de celebración colectiva”, escribe. En nuestra conexión compartida con Dios y con los demás, descubrimos una alegría comunitaria que nos ayuda a superar incluso los momentos más difíciles.
Atravesar el final de la infancia no es fácil, especialmente para los padres. Pero las lecciones de Av están ahí para nuestros hijos y para nosotros. Vivimos en un mundo marcado por recuerdos y experiencias continuas de destrucción, pero aun así rebosa de momentos de profunda alegría. Esa alegría es más rica porque la compartimos como pueblo, buscando juntos a Dios. Al abrirnos al asombro y la maravilla, entramos en contacto con la compasión divina. Encontramos fuerza en nuestra historia compartida y en la cruda y hermosa realidad de nuestras vidas actuales.
Al comenzar el mes de Av, lamentamos la destrucción que ocurre en tiempo real junto con las penas de nuestro pasado. Pero si nos permitimos sentarnos con el dolor, también podemos sentir la presencia amorosa de Menachem Av. Al unirnos, ganamos la fuerza de la comunidad. Nos unimos a un baile, una canción, un acto de aprendizaje o de ayuda, y nos conectamos con la alegría y la esperanza perdurables del pueblo judío.