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La fiesta de Sucot, que rememora el tiempo en que los israelitas vagaron por el desierto viviendo en cabañas temporales, tiene un simbolismo que ha resonado por siglos. Sin embargo, en el contexto actual, ¿qué relevancia tiene esta festividad? Al explorar una analogía contemporánea, descubrimos que el significado de Sucot no sólo sigue vigente, sino que también puede reinterpretarse bajo una nueva luz.
La construcción de la sucá —una cabaña frágil y transitoria— simboliza la vulnerabilidad de la vida. Hoy en día, esta imagen nos recuerda nuestra interdependencia en un mundo globalizado y cada vez más incierto. Al vivir en un siglo donde crisis económicas, pandemias y desastres naturales han desafiado nuestra sensación de estabilidad, la sucá es un recordatorio de que nuestras “casas” y nuestra vida material son, en última instancia, temporales. Nos invita a reconectar con lo esencial, a valorar las relaciones, y a aceptar la fragilidad de nuestras estructuras sociales.
En tiempos donde la sostenibilidad y la crisis climática son preocupaciones globales, el acto de construir una sucá de materiales naturales y temporales puede verse como un acto simbólico de respeto por la Tierra. Esta conexión con la naturaleza nos invita a reflexionar sobre nuestro consumo y la necesidad de vivir de manera más sostenible, recordándonos que debemos proteger el medio ambiente, un tema que no podría ser más urgente en el presente.
Sucot también celebra el refugio que Dios brindó a los israelitas durante su travesía por el desierto. En nuestros tiempos, millones de personas buscan refugio, ya sea de guerras, pobreza, o desastres naturales. La sucá, con su techo abierto al cielo, puede representar una conexión espiritual con aquellos que sufren, y un llamado a la acción para acoger y proteger a los refugiados de hoy, tanto en sentido literal como figurado.
Otra lección central de Sucot es la experiencia compartida dentro de la sucá, donde la familia y amigos se reúnen bajo un mismo techo para celebrar. En un mundo donde la tecnología ha creado conexiones superficiales y a veces desconectadas de la realidad emocional, la sucá nos invita a regresar al sentido de comunidad genuina, a compartir un espacio físico con los demás, lejos de las pantallas y distracciones.
Los arba minim (cuatro especies), que incluyen el lulav (rama de palma), hadás (mirto), aravá (sauce) y etrog (cidra), representan la unidad del pueblo judío, donde cada uno aporta algo único. En un mundo que valora la diversidad pero lucha con la polarización y la división, estas especies nos enseñan que, aunque diferentes, podemos trabajar juntos para un propósito común. Sucot nos impulsa a celebrar la diversidad, no como una amenaza, sino como una fortaleza.
Hoy en día, Sucot no solo es una celebración de la historia, sino también una oportunidad para reflexionar sobre las lecciones que podemos aplicar a nuestra vida moderna. Nos recuerda la impermanencia de nuestras posesiones materiales, la importancia de la comunidad, y nos llama a una mayor responsabilidad ecológica y social. A través de la sucá y las enseñanzas de Sucot, encontramos un camino para redescubrir el valor de lo esencial, recordándonos que, aunque las circunstancias cambian, los valores que guían nuestras acciones pueden mantenerse firmes.